«¡Somos así, salvajes, en la naturaleza y esa es la belleza de esto!» Uno de los trescientos pilotos presentes en Misano, en el CIV Classic Weekend, resume con una broma el espíritu del campeonato y explica «Ahora que es otoño te quedas en una tienda pero deberías ver en verano: también duermes en el suelo, en un catre, aquí en el paddock». Así es el mundo de las motos antiguas.
Pasear por el paddock de Misano parece hacer un viaje en el tiempo, con los ojos llenos de asombro y asombro, como niños. Sí, los niños, los muchos presentes para animar a papá o incluso al abuelo que compite y entre turno y turno hacen los deberes sentados en una mesa cerca de las bicis. Mientras tanto, la madre y los demás parientes están cocinando. Un montón de mesas colocadas justo dentro de la caja, con botellas de vino y latas de gasolina una al lado de la otra. Un poco más alejadas están las barbacoas de carbón. Es una celebración para los pilotos, sus familias y los numerosos clubes de motociclistas presentes.

Mientras tanto, de la pista llega la dulce melodía de los dos golpes, una música que hoy se presenta muy dulce, quizás porque despierta recuerdos que ahora están adormecidos. El encanto de estas ancianas es indescriptible. Muchos están elegantemente vestidos con las libreas originales de su época.
Los pilotos son todos aficionados, hay algunos ex profesionales pero la mayoría son simples aficionados. Los hay en la treintena, pero la mayoría ha pasado por la puerta en gran medida y también los hay supercaballeros. El cuerpo no es seco pero el espíritu es el de los niños, tienen una vitalidad extraordinaria: las bicicletas te mantienen joven. Cuando se suben al sillín bajo sus viseras, sus ojos brillan más que nunca: es más que una pasión, es auténtico amor, es la imagen más bella, genuina y verdadera del motociclismo.