2 de noviembre de 2008, una fecha que seguro nadie olvidará jamás. La fecha es de esas que quedan impresas, tanto es así que todos recordamos el lugar exacto y lo que sentimos aún hoy y será así por siempre. El día en el que Felipe Massa se convirtió en virtual campeón del mundo por apenas medio minuto, un grito que no sólo lo estranguló y que se volvió épico para Lewis Hamilton, campeón por sólo un punto. Contar el acontecimiento de forma limpia es demasiado obvio, pero a través de los ojos de un niño, que aún no había vivido una decepción deportiva tan grande, podría ser diferente.
El gran día ha llegado a Sao Paulo, Brasil
El último acto de una temporada loca, en la que Massa y Hamilton lucharon en todos los circuitos. Interlagos fue el último evento y vio al inglés liderar por 7 puntos al brasileño. La expectación era alta, porque ya el año pasado un Ferrari llegó para competir por el título en Brasil contra Hamilton y ganó el título con Kimi Raikkonen. Por eso recuerdo aquella semana de noviembre de 2008 como una de las más ansiosas. Recuerdo perfectamente que llevaba desde el lunes esperando a que se apagara el semáforo. Felipe Massa se hace con la Pole Position el sábado, volviendo loco al pueblo brasileño. Hamilton no pasa del cuarto mejor tiempo. Si hubieran sido las posiciones finales, el título aún habría sido para los británicos.
Aquí está el domingo, transcurrido en riguroso silencio, esperando que Rai abra la conexión con la pista. Llevaba un rato listo frente a mi televisor de tubo catódico (objetos que te hacen sentir viejo). El clima también decide que debe ser una verdadera agonía, por lo que las nubes llegan a Sao Paulo, decidiendo hacer del final de temporada un thriller. Massa corre, huye, sabe que debe vencer y tener esperanza. Todo sucede detrás, sucede también que Hamilton se encuentra con los demonios de un año antes. El tiempo pasa y Hamilton parece estar logrando su quinto puesto y mi pequeño ya empieza a no creerlo. Mi pequeño ni siquiera entiende lo fundamental que será la vuelta número treinta y seis de esa carrera, cuando Timo Glock regresa con su Toyota y hace una larga parada. El alemán utiliza neumáticos lisos para llegar al final.
La ilusión y ese maldito momento en la curva de Juncao
Durante la vuelta 65 de las 71 previstas, la lluvia cae sobre el circuito, aunque la pista no parece mojarse. La lluvia te hace creer en un milagro y cuando eres niño lo crees y te va bien, porque sucede lo impensable. La pista se vuelve intransitable y comienza el vals de las paradas, parada que Glock no hace y aun así hace buenos tiempos y decide continuar hasta el final. La ansiedad aumenta, un error puede decidirlo todo y en la vuelta 69 es la apoteosis. Sebastian Vettel ataca a Hamilton por el quinto puesto y lo adelanta, el británico ahora es sexto. El sexto puesto de Lewis significa sólo una cosa: el título para Felipe Massa y nuestro Ferrari. Mi pequeño vive ese momento con una euforia única, gritos que se mezclan con los del público brasileño.
Parece hecho, estamos allí, pero nadie se ocupa de los últimos rincones. Se pensaba que Glock, que estaba equipada con neumáticos de seco, tenía una ventaja tranquilizadora, pero no es así. En la alegría colectiva, Gianfranco Mazzoni grita la victoria de Massa, con la voz tapada por mis gritos. La lluvia es demasiada y mientras nadie se da cuenta esperando a los corredores en meta, Giancarlo Bruno (comentarista técnico de la Rai) en la curva de Juncao (la penúltima antes de la recta), entra claramente: «¡Es una Glock! ¡¡¡Hamilton pasó a Glock!!!”. El alemán no puede retener su Toyota debido a la lluvia debido a sus neumáticos de seco y es adelantado tanto por Vettel como por Hamilton.
Todos lloramos junto a Felipe Massa aquel 2 de noviembre de hace quince años
Siento un escalofrío cuando era niño y veía a Vettel cruzar la meta primero en cuarto lugar y luego al inglés en quinto lugar. Lo mínimo que necesitaba el joven inglés para proclamarse campeón del mundo con su McLaren. La alegría sentida durante medio minuto se convierte en tristeza y las lágrimas comienzan a caer. Ésta es mi mayor decepción deportiva, la que he vivido con sólo 14 años, cuando solo crees que todo siempre acaba en la dirección correcta, esto es peor que la Eurocopa 2000. Mazzoni encuentra las palabras perfectas: «La sangre se congela en el garaje de Ferrari». No es sólo el garaje el que siente el frío, sino todas las gradas de la pista, todo Brasil, toda Italia y, sobre todo, mi corazón está helado. La fiesta en el podio está llena de lágrimas, Felipe Massa no se contiene y señala con fuerza la bandera brasileña, lloro y maldigo como lo hace un niño, Hamilton y todo el garaje de McLaren que en cambio estaban de fiesta. Este es el drama del 2 de noviembre de 2008, una fecha que los aficionados a la Fórmula 1 nunca podrán olvidar, porque realmente abarca todo el ser de este deporte.
FOTO: sociales Felipe Massa